Del 8 de diciembre de 2021 al 30 de enero de 2022 La Filmoteca València nos ofrece el ciclo de cine “Naruse Esencial” en colaboración con Fundación Japón. Por primera vez en Valencia podrán verse once títulos destacados de la imprescindible filmografía del director japonés Mikio Naruse (成瀬巳喜男).
Del 8 de diciembre de 2021 al 30 de enero de 2022 La Filmoteca València nos ofrece el ciclo “Naruse Esencial” en colaboración con Fundación Japón. Por primera vez en Valencia podrán verse los once títulos más destacados de la imprescindible filmografía del director japonés Mikio Naruse.
El Teatro Rialto (Plaça de l’Ajuntament, 17 – 46002 València) acogerá las proyecciones, de martes a domingo, que contarán con un precio general de 2,5€ (también con Abono de 10 sesiones por 20€ o Tarifa reducida por 1,5€). Las entradas se pueden adquirir en taquilla 30 minutos antes de cada sesión o de manera anticipada en taquilla.ivc.gva.es. Las primeras sesiones anunciadas son las siguientes:
🎬 “EVERY NIGHT DREAMS” 🗓️ 8 de diciembre 🕕18:00h / 🗓️ 11 de diciembre 🕕20:00h
🎬 “EL ALMUERZO” 🗓️ 16 de diciembre 🕕18:00h / 🗓️ 17 de diciembre 🕕20:00h
🎬 “MADRE” 🗓️ 19 de diciembre 🕕18:00h / 🗓️ 21 de diciembre 🕕20:00h
Quedan pendientes de fecha -aunque actualizaremos en su momento o bien esta entrada o podréis verlo en la programación semanal que publicamos cada lunes- títulos como “La voz de la montaña”, “Crisantemos tardíos”, “Nubles flotantes”, “A la deriva”, “Nubes de verano”, “Cuando una mujer sube una escalera”, “Tormeto” y “Nubes dispersas”.
Además, el ciclo se moverá por otras ciudades en colaboración con La Filmoteca de València, Filmoteca de Catalunya, el Círculo de Bellas Artes de Madrid y Filmoteca de Galicia, entre los meses de diciembre de 2021 y marzo de 2022.
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Naruse no es el “cuarto grande” entre los japoneses sino, sencillamente, uno de los veinte o veinticinco más grandes autores cinematográficos que han existido en el mundo. Siete de las once películas suyas que he visto merecen el gastado calificativo de “obras maestras”. Y al menos dos de ellas, La voz de la montaña y Nubes flotantes, y quizá una tercera, Cuando una mujer sube la escalera, me parecen tan buenas como las mejores de Mizoguchi, Ozu, Ford, McCarey, Chaplin, Rossellini, Dreyer, Renoir o Hitchcock, es decir, comparables a las más grandes de la historia del cine. […]
A primera vista –sobre todo si la película es El almuerzo– se puede pensar que Naruse tiene mucho que ver con Yasujiro Ozu. A medida que avanza, sin embargo, esa misma obra, se comprende que no hay tal. Las restantes demuestran que Naruse no se parece ni a Ozu, ni a Mizoguchi, no digamos ya a Kurosawa o a Oshima. Puestos a buscar algún parentesco, citaría más bien al Rossellini de Stromboli o Europa’51, al Dreyer de Gertrud, incluso al Godard de Vivre sa vie. La mención de estas películas sugiere ya que la gran protagonista de Naruse –como de tantos otros cineastas japoneses– es la mujer […]. El punto de vista de la narración es siempre el femenino, y buena parte de sus argumentos eran obras escritas por mujeres (sobre todo una, Fumiko Hayashi), pero ni su cine es monotemático ni su meta era lograr un sistema narrativo formal o cerrado, como el de Ozu o Bresson; su actitud recuerda más bien el eclecticismo renovador y la curiosidad constante que impulsaron las obras de Dreyer, Renoir o Rossellini.
Hay, por supuesto, algunos rasgos que se repiten en las once películas de Naruse que he visto: cierta afición a la voz interior de la heroína; la inserción de primeros planos de zapatos, que resultan llamativos dentro de una planificación que suele concentrarse en el plano americano y que parece no querer intervenir en la acción ni distraer a los espectadores; la frecuencia de breves travellings laterales; la idea de filmar una conversación con la pareja de espaldas a la cámara; una clara afición a las elipsis narrativas, a veces brutales, casi siempre insensibles durante unos segundos, y a no dramatizar los sucesos más melodramáticos o trágicos, que simplemente suceden o se cuentan de pasada. […] Se podría hablar de “desdramatización” y “distanciación”. Pero sería más exacto hablar de “no dramatización”, de negativa a poner en marcha los mecanismos de “identificación” entre un sector del público y las protagonistas. El arte de Naruse es pudoroso, reservado, contenido y discreto, pero no tiene nada de intelectual o cerebral; la frialdad le es totalmente ajena. […] Como Rossellini, aspiraba a limitarse a mostrar, a dejar que las cosas hablasen por sí solas, a que el espectador entendiese a los personajes sin necesidad de explicarle las razones de su conducta, a que todo resultase evidente. No tenía la ambición de sorprender, ni la de aterrorizar, ni quería hacer llorar. Se conformaba con que llegase a importarnos el destino de sus protagonistas, su resistencia frente a la adversidad, su voluntad de no ceder al desánimo: como piensa la admirable Hideko Takamike al final de Cuando una mujer sube la escalera, “los árboles florecen, por muy fuerte que sople el viento”.
MIGUEL MARÍAS, Mikio Naruse, Festival de San Sebastián / Filmoteca Española, 1998.
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Enlaces: La Filmoteca València, Fundación Japón
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