Hay pequeños relatos que pese a su corta duración, se convierten por méritos propios en títulos de esos que no se olvidan. ‘La montaña mágica‘ (Mahō no Yama/ 魔法の山) de Jirō Taniguchi es uno de ellos. Una fantástica historia, una fábula sobre la comunión entre la naturaleza y el alma humana.
Nos encontramos en el verano del año 1967. El año 42 de la Era Showa. Kenichi (de once años) y su hermana pequeña, Sakiko, sufren en su cándida inocencia los zarpazos inclementes de la vida. La prematura muerte del padre cuando Kenichi tenía solo seis años y, ahora, el ingreso en el hospital de Haruko, su madre, aquejada de una dolencia grave, ahondan el sentimiento de abandono e impotencia que padece el apocado y sentimental Kenichi. Pese a que sus abuelos se han hecho cargo de los niños en este periodo y que suele salir a jugar con sus amigos Hisao y Yoshio, por la montaña, en su interior sabe que la enfermedad de su madre la llevará a estar más de un mes en el hospital, aunque les haya dicho que ese sería el tiempo en el que estaría fuera.
De repente, en un día de lluvia en el que termina visitando el museo de ciencias, descubre asombrado algo que cambiaría su vida para siempre. Una misteriosa salamandra le hará una propuesta que no podrá rechazar. La aún temblorosa valentía que germina en su corazón y se nutre de pura y sincera bondad llevará a Kenichi a abrazar el misterio y a adentrarse en el seno de la montaña mágica, para tratar de truncar su hasta ahora triste suerte…
«Recordé ese episodio ya algo desvaído en mi memoria. Rememorando aquellos días felices estuve a punto de romper a llorar…«
Tras la reciente noticia del fallecimiento de Taniguchi el pasado 11 de febrero, he sentido la necesidad de ponerme al día, dentro de lo que el tiempo y otros quehaceres me permitan, para reseñar todas las obras del maestro que hayan sido publicadas en nuestro país. Y como es lógico, hablar de Jiro Taniguchi en castellano va de la mano de la editorial Ponent Mon. Pese a los altibajos que la editorial ha sufrido con respecto al manga (en aquella época de crisis ya pasada) y algún pequeño batacazo con otras obras (quizás demasiado potentes para la época, quizás de esas que ahora tendrían una fantástica acogida), el autor les demostró que sus obras siempre funcionaban, que tenía y tiene un público muy selecto que disfruta de ellas y está expectante por terminar de leer una y empezar otra. Sin lugar a dudas, es gracias a Ponent Mon que Taniguchi se abriese un hueco en un mercado donde es muy difícil asomar la cabeza con tanto lanzamiento. Títulos como ‘Barrio lejano’, ‘El caminante‘, ‘Un zoo en invierno‘ o más recientemente ‘Los guardianes del Louvre‘ -por citar algunos ejemplos- así lo acreditan. Y como decía al inicio de esta reseña, entre ellos -a mi parecer- siempre se ha colado un pequeño relato que, todo lo que tiene de pequeño lo tiene de especial. ‘La montaña mágica‘ (Mahō no Yama/ 魔法の山) fue editada allá por el año 2009 (en enero para ser más concretos) y recientemente fue reeditada en una fantástica edición renovada este pasado año 2016.
La obra de Taniguchi siempre ha destacado, aparte de por sus diseños tan característicos y realistas, por una fantástica narrativa. Obras costumbristas con las que dejarnos llevar por sus historias, por sus silencios. Obras tranquilas que nos sumergían en una nostalgia, en los recuerdos de sus personajes y como no, en unos fantásticos contextos de una preciosa ambientación. Pero no solo se quedó ahí, también nos ofreció obras de mayor ritmo, acción y tensión. Incluso de ciencia ficción. Y siempre, siempre, conseguía su propósito. Obras intimistas, muy detalladas y más destinadas a un público de corte seinen. Ahí es donde quiero resaltar y destacar esta obra que hoy tratamos, pues ‘La montaña mágica’ es más un pequeño cuento, una fábula que podrán disfrutar a la perfección los más pequeños de la casa. No es que las otras obras del autor no puedan ser leídas por ellos, al contrario, pero quizás si que sabrán apreciar mejor su contenido con algunos años más, con una edad donde hayan tenido más experiencias vitales para poder asimilar y comparar. Aquí nos encontramos con una fábula sobre la comunión entre la naturaleza y el alma humana, reflejada a través de la relación que se establece entre el niño y una salamandra gigante japonesa. Como es evidente, el simbolismo está más que presenta a través de la propia montaña y este ser que goza de ese toque mitológico.
Curiosamente, Taniguchi reconoció que ambas cosas están basadas en hechos reales, tanto la montaña donde de pequeño jugaba y de la que habían escuchado toda clase de rumores y misterios, así como la salamandra y el museo. Sin dudas, los misterios de la infancia y esos rumores que todos hemos vivido alguna vez, recuerdos que todos mantenemos, pues aunque la sociedad nos haga madurar muchas veces a base de experiencias -mejores o peores-, todos seguimos teniendo los deseos y el alma de ese niño que alguna vez fuimos. Al mismo tiempo esta es una historia que nos hace reencontrarnos con todos nuestros sentimientos olvidados, conservándolos en nuestro corazón para siempre. Taniguchi siempre ha tenido ese toque melancólico, pero no como algo negativo, al contrario, más bien como «remedio para equilibrar el espíritu». En la entrevista final que encontramos en el relato así lo indica, y es que para él una mentalidad siempre activa y llevada al extremo cansaría demasiado y terminaría por explotar. La melancolía es algo inherente al ser humano, que nos hace reflexionar y nos ayuda a ser mejores personas, formando parte de nuestra más básica esencia. Del mismo modo que vemos el tratamiento de la muerte como algo natural. No hay que temerla, en todo caso respetarla sabiendo que todos, antes o después, la vamos a tener.
“Siento haberte asustado. Quédate ahí y escucha lo que te voy a contar. Por fin me encuentro con alguien que me puede entender. ¡Guf! Qué alegría, podré salir de aquí…“
Es algo presente y como tal, la capacidad de olvidar que tiene el ser humano nos ayuda a llevarla mejor, sin duda. Otro tema interesante es la importancia que del mismo modo se le da a la relación entre el hombre y la naturaleza, la que se da dentro del propio contexto familiar. Los lazos que nos unen con otras personas cobran una vital importancia en el desarrollo de cualquier individuo, así como el lugar de referencia -de dónde venimos- que siempre guarda un hueco especial en nuestros recuerdos. Eso es lo que nos llevamos -o al menos fue la intención de Taniguchi- al leer esta obra. La reflexión que nos produce el saber que el ser humano es increíble, que somos capaces de superar los obstáculos que la vida nos presenta a muchos niveles -sociales, sentimentales, emocionales,…-. Que una situación de dificultad a superar es algo que todos hemos vivido, vivimos y seguiremos viviendo. Es lo que conforma nuestra forma de ser, nuestra experiencia, ya sea a través de hechos felices o tristes. Como podéis imaginar no iba mal encaminado al deciros que, pese a que esta obra es de las más cortas de Taniguchi, mantiene la esencia del autor, de su estilo y de todo ese contexto (argumental y simbólico) que solo él era capaz de realizar.
Pero si en cuanto a la temática nos encontramos ante una obra fantástica, más aún lo es si recordamos que la edición está a todo color. Ya conocemos el particular estilo gráfico de Taniguchi. Poco puedo aportar aquí en ese sentido más que deciros que aquí vamos a deleitarnos en todos los sentidos, pues en estos casos ya no solo influye la narrativa, el guión y los dibujos. Si ya de por sí las viñetas de Taniguchi eran -y son- impresionantemente bellas en blanco y negro, ahora tenemos también la oportunidad como un «extra» más que positivo unas ilustraciones que cobran vida con los colores. Unos fondos increíbles, la naturaleza en estado puro. La experiencia es totalmente enriquecedora, de verdad. Es necesario mencionar que los diseños de las criaturas están inspirados en Moebius, así como en otra fuente recurrente del autor como era la BD (bandes dessinées) francesa y evidentemente aquí, la ciencia ficción. La adaptación gráfica de esta edición corrió a cargo de Kaoru Sekizumi, mientras que el color fue obra de Walter y Yuka. Eso sí, una edición occidentalizada por petición del autor y de cuya coordinación se encargó su buen amigo Frédéric Boilet (‘La espinaca de Yukiko’ -que reseñaremos muy pronto-, ‘Tokio es mi jardín’. ‘Mariko Parade’ o ‘Japón visto por 17 autores’).
Siempre que puedo recomiendo leer algún manga de Jiro Taniguchi. Esto es como aquél eslogan de cierta marca de «patatas», que cuando empiezas no puedes parar. Taniguchi consigue trasladarnos dentro de una obra fantástica al costumbrismo al que nos tiene acostumbrados, en un slice of life de ficción rodeado de un impresionante ambiente mágico. Una obra para todos los gustos, cortita pero muy acertada, tanto en el mensaje a transmitir como en el modo de transmitirlo. No es la obra más conocida del autor, como muchos sabéis, pero me parece muy especial y en cierto modo, es como si redujeses la obra del autor en un pequeño tarrito. La edición de Ponent Mon es una preciosidad, tanto en materiales como en acabado. Así que espero que con estas palabras, si es que no lo habéis hecho ya, os animéis a disfrutar de esta obra. Compradla, pedídsela prestada a algún amigo que la tenga. Pero ante todo, disfrutadla. Es el mejor homenaje que podemos hacerle a Taniguchi, el seguir manteniendo con vida sus historias. Y si os apetece, como siempre, esperamos conocer vuestras impresiones en nuestras cuentas de Facebook y Twitter. o bien a través de los comentarios en esta misma entrada.
“Tú eres dueño de un corazón puro, capaz de defender este monte. Aunque eres algo apocado y miedoso, tu alma es pura y honesta. La valentía que has mostrado poniéndote en el lugar de los demás es la prueba de tu bondad…“
Lo mejor:
- El ambiente mágico que rodea toda la historia.
- Los mensajes que durante el desarrollo nos va dejando para reflexionar.
- El dibujo, como siempre, impresionante.
- Edición a todo color.
Lo peor:
- Quizás siendo egoístas diría que me quedo con ganas de más Taniguchi a todo color.
Ponent Mon nos presentó en septiembre de 2016 una fantástica re-edición de ‘La montaña mágica‘ (魔法の山) de Jirō Taniguchi, en formato tradicional cartoné sin sobrecubiertas (tapa dura, con cuadernillos cosidos) y con unas medidas de 26 x 19 cm. (casi tamaño A4) y un grosor de 1,2 cm. Un tamaño fantástico y unas tapas rígidas que le dan mayor consistencia al conjunto (como las de las reediciones de Barrio Lejano u otras más recientes). La edición contiene un total de 72 páginas presentadas a todo color, algo que estoy seguro los aficionados agradecerán aunque por ello se encarezca un poco el precio final.
Para la traducción desde el japonés contamos con los textos de Victor Illera Kanaya. (desde francés ha sido obra de Elia Maqueda López). Una vez más, el trabajo ha sido estupendo. La rotulación ha sido obra de Ill Wind Tidings. En cuanto a la lectura, como he comentado en la reseña, por expreso deseo del autor nos encontramos con un sentido de lectura occidental. Sigo sin acostumbrarme a este formato después de estar habituado a leer de derecha a izquierda, pero bueno, como siempre es cuestión que ponerse, que no cuesta nada. La obra no está dividida en capítulos, es todo un conjunto y por ello no contiene un índice propiamente dicho. Eso sí, como extras contamos con una carta de Taniguchi escrita en mayo de 2007 en Tokio -al comienzo del relato-, sumado a una interesante entrevista realizada por Stéphane y Muriel Barbery (autora de ‘La elegancia del erizo)`, publicada por primera vez en Casterman en 2007.
Su precio recomendado es de 18,00€ y podéis adquirirlo en la web de Ponent Mon (con envío gratuito en la Península, por mensajería) o en tiendas especializadas como Amazon.es (donde se puede encontrar con un 5% de descuento). Y si os apetece leer algunas páginas para terminar de convenceros de su adquisición, podéis hacerlo desde aquí gracias a Ponent Mon. Sin duda alguna, merece muchísimo la pena.
Enlaces: Ponent Mon
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